Otros Artículos
Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Ayquina

Fe, historia y tradición en el Alto Loa
Cada septiembre, el poblado de Ayquina, enclavado en una quebrada a 74 kilómetros de Calama, se convierte en escenario de una de las manifestaciones religiosas y culturales más significativas del norte de Chile: la Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Ayquina. Se trata de una tradición con más de un siglo de historia documentada, que entrelaza relatos coloniales con memorias locales, y que hoy reúne a cerca de 70 mil personas en torno a la devoción y el arte popular.
Un origen que se remonta al siglo XIX
La devoción a la Virgen de Guadalupe de Ayquina tiene raíces que se remontan al periodo colonial, cuando la figura mariana se expandió desde México hasta los Andes. En el caso de Ayquina, la tradición oral sitúa sus inicios en el siglo XIX, cuando pastores y familias de la zona comenzaron a venerar a la Virgen en un pequeño santuario del poblado. Con el tiempo, la fe se consolidó, y a mediados del siglo XX la festividad ya era reconocida como la más importante del Alto Loa.
Hoy, más de 150 años después de aquellas primeras celebraciones comunitarias, la fiesta sigue viva, transformándose en un referente patrimonial que ha sabido mantener el equilibrio entre devoción, identidad andina y cultura popular.
La fiesta: nueve días de encuentro
Del 31 de agosto al 8 de septiembre, Ayquina se llena de colores, música y fervor. Durante nueve días, se realizan misas, procesiones y vigilias, pero también se despliegan las expresiones artísticas de más de 70 bailes religiosos, que llegan desde Calama, Antofagasta, Iquique y otras localidades del norte grande.
Las bandas de bronce resuenan en la quebrada, los trajes bordados brillan al sol y la danza se convierte en una ofrenda viva a la Virgen. Este cruce entre religiosidad popular, tradición andina y arte festivo convierte a Ayquina en un verdadero museo al aire libre de la cultura nortina.
Peregrinar: caminar con memoria y fe
Uno de los elementos más significativos de la celebración es la peregrinación. Miles de devotos emprenden cada año el camino desde Calama hacia Ayquina, recorriendo a pie el desierto y la precordillera. Es una caminata exigente, de horas o incluso días, marcada por el frío nocturno y el sol del día, donde cada paso se convierte en una promesa cumplida.
Los peregrinos encuentran descanso en los tambos, antiguos refugios de piedra que, desde tiempos prehispánicos, sirvieron como albergue a los caminantes del desierto. Hoy, estos lugares se resignifican como estaciones espirituales: puntos de encuentro, memoria y solidaridad comunitaria.
Caminar hacia Ayquina no es solo un esfuerzo físico: es un acto de identidad y de continuidad cultural, donde se honra la memoria de los abuelos y se transmite la tradición a las nuevas generaciones.
Los tambos en la ruta a Ayquina
En el camino hacia Ayquina, los peregrinos encuentran tambos: antiguos refugios que hoy cumplen la función de puntos de descanso y encuentro durante la caminata. Estos espacios permiten recuperar fuerzas, hidratarse y compartir la experiencia con otros caminantes.
Cada tambo tiene un valor práctico y simbólico, pues marca las pausas de un trayecto que no es solo físico, sino también espiritual y comunitario. Con el paso de los años, los tambos se han consolidado como parte esencial de la tradición peregrina del Alto Loa.
Organización y comunidad
La magnitud de la fiesta requiere de una organización compleja y profundamente comunitaria. La Comunidad Religiosa de Ayquina coordina la programación religiosa, mientras que los bailes, cofradías y familias participan activamente en la preparación y el sostenimiento de la celebración.
Instituciones locales y regionales, como la municipalidad de Calama, servicios de salud y empresas, colaboran en logística y seguridad, haciendo posible que este pequeño poblado, de apenas unas decenas de habitantes permanentes, reciba a decenas de miles de visitantes cada año.
Un patrimonio cultural vivo
La Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Ayquina no solo convoca a los fieles: también es un espacio de investigación y aprendizaje. Su permanencia por más de un siglo la convierte en fuente de estudio para académicos y estudiantes, interesando a disciplinas como la antropología, la historia, el turismo y las artes.
Para los visitantes, vivir la experiencia de Ayquina significa adentrarse en un encuentro donde la fe, la cultura y el arte popular se expresan en armonía. Es un recordatorio de que el desierto no es un vacío, sino un lugar lleno de memorias, devociones y prácticas que han resistido al paso del tiempo.
Una tradición que se renueva
Cada septiembre, la Virgen de Guadalupe de Ayquina vuelve a convocar a su pueblo. Lo hace a través de la danza, de los rezos, de los cantos nocturnos y de la caminata que cruza el desierto. Lo hace también en la memoria de quienes ya no están, pero dejaron su promesa cumplida en cada procesión.
En ese gesto comunitario, Ayquina se reafirma como uno de los patrimonios culturales más importantes del Alto Loa: una fiesta que trasciende lo religioso y se convierte en una celebración de identidad, fe y continuidad histórica en el corazón del desierto de Atacama.
Línea de tiempo: Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Ayquina
-
- Tradición oral (antes del siglo XIX)
Origen comunitario
Los ancestros de la quebrada de Ayquina reconocen el lugar como espacio sagrado, asociando la devoción mariana a prácticas comunitarias de agradecimiento y cuidado. La transmisión de los “custodios de la Virgen” asegura la continuidad de la fe en generaciones posteriores. - Siglo XIX (mediados)
Primer santuario
Pastores y familias locales consolidan la veneración de la Virgen de Guadalupe en un pequeño santuario levantado en el poblado de Ayquina. - Finales del siglo XIX – Inicios del XX
Las primeras peregrinaciones
La devoción se expande hacia Calama y comunidades cercanas. Surgen las primeras peregrinaciones comunitarias a pie hacia el santuario. - Décadas de 1940-1950
El desierto se llena de música
La festividad se fortalece con la participación de bailes religiosos. Bandas de bronce y trajes bordados comienzan a caracterizar la celebración. - Década de 1970
Organización comunitaria
Se formaliza la Comunidad Religiosa de Ayquina, encargada de organizar la fiesta y resguardar la tradición. - Décadas de 1980-1990
Los tambos de la ruta
La peregrinación se masifica. Los tambos en la ruta adquieren relevancia como estaciones de descanso y encuentro comunitario. - Siglo XXI
Proyección nacional
La fiesta alcanza proyección nacional, convocando a más de 70 mil peregrinos y visitantes cada año. - Hoy
Patrimonio cultural vivo
Con más de 150 años de historia documentada, la Fiesta de Ayquina es reconocida como un patrimonio cultural vivo, donde convergen fe, identidad andina y arte popular.
- Tradición oral (antes del siglo XIX)
Puedes encontrar más información en el sitio oficial de la comunidad
Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Ayquina

Fe, historia y tradición en el Alto Loa
Cada septiembre, el poblado de Ayquina, enclavado en una quebrada a 74 kilómetros de Calama, se convierte en escenario de una de las manifestaciones religiosas y culturales más significativas del norte de Chile: la Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Ayquina. Se trata de una tradición con más de un siglo de historia documentada, que entrelaza relatos coloniales con memorias locales, y que hoy reúne a cerca de 70 mil personas en torno a la devoción y el arte popular.
Un origen que se remonta al siglo XIX
La devoción a la Virgen de Guadalupe de Ayquina tiene raíces que se remontan al periodo colonial, cuando la figura mariana se expandió desde México hasta los Andes. En el caso de Ayquina, la tradición oral sitúa sus inicios en el siglo XIX, cuando pastores y familias de la zona comenzaron a venerar a la Virgen en un pequeño santuario del poblado. Con el tiempo, la fe se consolidó, y a mediados del siglo XX la festividad ya era reconocida como la más importante del Alto Loa.
Hoy, más de 150 años después de aquellas primeras celebraciones comunitarias, la fiesta sigue viva, transformándose en un referente patrimonial que ha sabido mantener el equilibrio entre devoción, identidad andina y cultura popular.
La fiesta: nueve días de encuentro
Del 31 de agosto al 8 de septiembre, Ayquina se llena de colores, música y fervor. Durante nueve días, se realizan misas, procesiones y vigilias, pero también se despliegan las expresiones artísticas de más de 70 bailes religiosos, que llegan desde Calama, Antofagasta, Iquique y otras localidades del norte grande.
Las bandas de bronce resuenan en la quebrada, los trajes bordados brillan al sol y la danza se convierte en una ofrenda viva a la Virgen. Este cruce entre religiosidad popular, tradición andina y arte festivo convierte a Ayquina en un verdadero museo al aire libre de la cultura nortina.
Peregrinar: caminar con memoria y fe
Uno de los elementos más significativos de la celebración es la peregrinación. Miles de devotos emprenden cada año el camino desde Calama hacia Ayquina, recorriendo a pie el desierto y la precordillera. Es una caminata exigente, de horas o incluso días, marcada por el frío nocturno y el sol del día, donde cada paso se convierte en una promesa cumplida.
Los peregrinos encuentran descanso en los tambos, antiguos refugios de piedra que, desde tiempos prehispánicos, sirvieron como albergue a los caminantes del desierto. Hoy, estos lugares se resignifican como estaciones espirituales: puntos de encuentro, memoria y solidaridad comunitaria.
Caminar hacia Ayquina no es solo un esfuerzo físico: es un acto de identidad y de continuidad cultural, donde se honra la memoria de los abuelos y se transmite la tradición a las nuevas generaciones.
Los tambos en la ruta a Ayquina
En el camino hacia Ayquina, los peregrinos encuentran tambos: antiguos refugios que hoy cumplen la función de puntos de descanso y encuentro durante la caminata. Estos espacios permiten recuperar fuerzas, hidratarse y compartir la experiencia con otros caminantes.
Cada tambo tiene un valor práctico y simbólico, pues marca las pausas de un trayecto que no es solo físico, sino también espiritual y comunitario. Con el paso de los años, los tambos se han consolidado como parte esencial de la tradición peregrina del Alto Loa.
Organización y comunidad
La magnitud de la fiesta requiere de una organización compleja y profundamente comunitaria. La Comunidad Religiosa de Ayquina coordina la programación religiosa, mientras que los bailes, cofradías y familias participan activamente en la preparación y el sostenimiento de la celebración.
Instituciones locales y regionales, como la municipalidad de Calama, servicios de salud y empresas, colaboran en logística y seguridad, haciendo posible que este pequeño poblado, de apenas unas decenas de habitantes permanentes, reciba a decenas de miles de visitantes cada año.
Un patrimonio cultural vivo
La Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Ayquina no solo convoca a los fieles: también es un espacio de investigación y aprendizaje. Su permanencia por más de un siglo la convierte en fuente de estudio para académicos y estudiantes, interesando a disciplinas como la antropología, la historia, el turismo y las artes.
Para los visitantes, vivir la experiencia de Ayquina significa adentrarse en un encuentro donde la fe, la cultura y el arte popular se expresan en armonía. Es un recordatorio de que el desierto no es un vacío, sino un lugar lleno de memorias, devociones y prácticas que han resistido al paso del tiempo.
Una tradición que se renueva
Cada septiembre, la Virgen de Guadalupe de Ayquina vuelve a convocar a su pueblo. Lo hace a través de la danza, de los rezos, de los cantos nocturnos y de la caminata que cruza el desierto. Lo hace también en la memoria de quienes ya no están, pero dejaron su promesa cumplida en cada procesión.
En ese gesto comunitario, Ayquina se reafirma como uno de los patrimonios culturales más importantes del Alto Loa: una fiesta que trasciende lo religioso y se convierte en una celebración de identidad, fe y continuidad histórica en el corazón del desierto de Atacama.
Línea de tiempo: Fiesta de la Virgen de Guadalupe de Ayquina
-
- Tradición oral (antes del siglo XIX)
Origen comunitario
Los ancestros de la quebrada de Ayquina reconocen el lugar como espacio sagrado, asociando la devoción mariana a prácticas comunitarias de agradecimiento y cuidado. La transmisión de los “custodios de la Virgen” asegura la continuidad de la fe en generaciones posteriores. - Siglo XIX (mediados)
Primer santuario
Pastores y familias locales consolidan la veneración de la Virgen de Guadalupe en un pequeño santuario levantado en el poblado de Ayquina. - Finales del siglo XIX – Inicios del XX
Las primeras peregrinaciones
La devoción se expande hacia Calama y comunidades cercanas. Surgen las primeras peregrinaciones comunitarias a pie hacia el santuario. - Décadas de 1940-1950
El desierto se llena de música
La festividad se fortalece con la participación de bailes religiosos. Bandas de bronce y trajes bordados comienzan a caracterizar la celebración. - Década de 1970
Organización comunitaria
Se formaliza la Comunidad Religiosa de Ayquina, encargada de organizar la fiesta y resguardar la tradición. - Décadas de 1980-1990
Los tambos de la ruta
La peregrinación se masifica. Los tambos en la ruta adquieren relevancia como estaciones de descanso y encuentro comunitario. - Siglo XXI
Proyección nacional
La fiesta alcanza proyección nacional, convocando a más de 70 mil peregrinos y visitantes cada año. - Hoy
Patrimonio cultural vivo
Con más de 150 años de historia documentada, la Fiesta de Ayquina es reconocida como un patrimonio cultural vivo, donde convergen fe, identidad andina y arte popular.
- Tradición oral (antes del siglo XIX)